Foro y Reseñas


FORO: 
PROGRAMA DE ESTÍMULO A LA INVESTIGACIÓN (PEI)

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Jesús Alberto Andrade
Editor

 
La comunicación científica no debería limitarse a difundir trabajos, ensayos o resultados de investigaciones con contenidos rigurosos; debería también servir de puente entre el pensamiento científico y la toma de decisiones políticas, para que el conocimiento impregne a la sociedad. En Enl@ce creemos que el primer enemigo que tiene el avance de la ciencia es la desinformación y las primeras víctimas pueden ser los propios científicos. Por ello, hemos abierto un foro para discutir acerca de los incentivos a la investigación en Venezuela, en particular para tratar el tema de la política de promoción a la investigación.

En Venezuela, los investigadores son principalmente funcionarios públicos, trabajando, en su gran mayoría, como profesores universitarios cuya participación en la investigación pareciera, en muchos casos, estar más incentivada por los estímulos monetarios que por el desarrollo de la ciencia. De allí que los sistemas asociados a la investigación estén marcados por una cultura funcionarial asociada a los designios de la política gubernamental.

A veces, un cambio en la política científica es tan innovador que choca contra la ciencia establecida, eso pareciera pasar con la desaparición del Programa de Promoción al Investigador (PPI). El Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (ONCTI) ha puesto a la disposición de la comunidad científica venezolana un Programa de Estímulo a la Investigación (PEI), cuyo objetivo fundamental es la ejecución de proyectos que brinden soluciones a problemas concretos de las comunidades, y la innovación como elementos fundamentales sobre los que ha de asentarse el desarrollo económico sostenible que se intenta alcanzar en Venezuela.

La razón de ser del programa PEI, si nos atenemos a su definición, es el estímulo a la investigación, y no el de entregar incentivos monetarios al investigador, tal como ocurría con el desaparecido PPI. De manera que ante la existencia de un sistema de investigación venezolano asumido principalmente por funcionarios del Estado, se intenta pasar de un incentivo salarial a uno canalizado al desarrollo científico nacional.

Para tratar esta nueva visión de programas del Estado, hemos invitado a algunos investigadores que son reconocidas por la comunidad científica como poseedores de la más alta calificación del país, para que expongan sus puntos de vista acerca del nuevo Programa de Estímulo a la Investigación (PEI).

Con ello, estamos convencidos que Enl@ce brinda un espacio para la discusión de un aspecto  importante de las políticas científicas que hoy existe en el país, con el propósito de dejar testimonio escrito de algunas opiniones provenientes de gente calificada y conocedora de la política científica venezolana.



El PEI o del bien que vamos a vivir 
Álvaro Márquez-Fernández
PPI Nivel IV. PEI Nivel C.Centro de Estudios Sociológicos y Antropológicos. Universidad del Zulia

¿La ciencia de quiénes?
 
Las investigaciones y publicaciones, principalmente, las “científicas y humanísticas”, en las universidades públicas y autónomas venezolanas, se han convertido excesivamente en un “coup de force”, una confrontación, un conflicto, crisis de poderes y caos de inteligencia.

En fin en un “rosario” de “obligaciones y represiones”, “desacatos y resistencias de fortín”, que impide casi a priori, la formulación en un lenguaje consensual, exponer las razones políticas que deben arbitrar los desarrollos de las ciencias en toda su extensión.

Este es un escenario cuyo telón de fondo nos presenta el tapiz y las coloraturas políticas que tejen los gestores de las ciencias en este país. Algunas veces estos gestores también son investigadores “capaces” de desempeñarse en otras funciones de la burocracia política; sin embargo, esos “cargos” parecen esclerotizar la mirada “objetiva” y “ecuánime” que es característica de primer orden en las ciencias empíricas y empíricas experimentales.

No está demás decir (desde las “otras ciencias”, las sociales) que se entiende por “objetividad”, hoy día, siempre, esa instancia fenoménica de la cognición que entra en contradicción con el objeto “puro” y “estático” de las cosas. Es obvio el cambio de episteme de la modernidad, aun para los más  rezagados.

Pero esa perdida de la “objetividad de la realidad científica” de lo que pasa en las ciencias de nuestro país, pasa, lamentablemente, por desconocer (crítica para desobjetivar), las verdaderas condiciones institucionales de la investigación en las que se encuentran los financiamientos e investigadores de nuestras universidades.

Ciencia y poder contra científico 
 
Si, es necesario decirlo de ese modo, porque estamos hablando de la “investigación de las universidades públicas” que tienen carencias tan acentuadas en el tiempo que parecen irreversibles. Sobre todo, cuando se sabe que la investigación debería estar asociada a una “paideia de pensadores”; es decir, una “cultura de creadores” en permanente movilidad nacional e internacional, en
espacios de libertad que permitan enriquecer las hipótesis con las teorías y éstas con las epistemes políticas de la racionalidad científica, porque las ciencias no son “neutras”. De alguna manera las “políticas científicas” son inconsultas a nuestras comunidades de investigación. Luego, se formulan reglamentos y legislaciones que en poco responden al fondo de los problemas reales, es decir, “objetivos”, a los que investigación universitaria y Estado deben responder con premura.

Quién(es) habla(an) de ciencias
 

Pero esta experiencia compartida debe pasar por esa famosa pragmática del discurso y de la comunicación, de la que tanto se habla para que logren sociedades vigorosamente democráticas. 

Esta es la primera “falta de menos” que se siente y se comparte. Un programa de “promoción”al estilo del PPI (anterior), y otro más de “estímulo” (actual) al estilo del PEI, son indiscutiblesesfuerzos por darle esa mínima corporeidad a la masa amorfa de las investigaciones que se hacen y deberían dejar de hacer, en un país que venía, salvo las excepciones, de unos ejercicios investigativosde reciclaje o carrusel de verbena.

Son dos experiencias que en su interés por “cuantificar” nuestras ciencias con respecto a otros indicadores de competencia internacional nos permitía, por primera vez, una visibilización quenos refleja en un espejo que nos daría la “realidad objetiva” de lo que hacemos y quiénes somos. Sin embargo, ambos “programas” de evaluación y estímuloa la investigación han dejado muy al margen a ese investigador que se ha creado a voluntad propia su destino científico, a veces con el apoyo eventual de ciertos financiamientos estatales. Es la realidad, porque la “otra” nos habla por sí misma desde el extranjero con la lapidaria expresión de las “fugas de cerebros”.

Habla (legalmente) el Estado
 

Hay que decirlo con esa ética de la responsabilidad de la que habla Adela Cortina y que tanto se “repite” en las Maestrías y Doctorados en Gerencia Pública. El estado ha intentado cambiar los contextos de las ciencias sociales en Venezuela, sin hacer efectivamente un cambio radical de las condiciones de investigación en las que se encuentran los ejes, áreas, espacios investigativos, si se  desean jerarquizar esas investigaciones con la pretensión de que se incorpore al mercado internacional de la producción y el consumo de las ciencias; sobre todo, las de tendencias altamente tecnológicas.Ese particular y decolonial “desarrollo endógeno” que propicia el Estado, para promover la independencia a todos los niveles (alimentaria, económica, empresarial, productiva, industrial, etc y etc), no puede ser objeto sólo de una crítica ideológica, sino también epistémica.

La crítica de la comunidad de investigadores
 
La crítica ideológica tiene que ver con el uso del poder en y para “orientar” las ciencias sociales de este país, pero no debería hacer reductible el de
bate con otros sectores en su libertad de opinión. Hay que destacar que las ciencias es un asunto político de deliberación pública: todos tienen el derecho a participar dentro y fuera de las academias. Esto es, en este momento, un aspecto de mucha fricción que fractura los necesarios consensos sobre las políticas gubernamentales de emancipación científica, que incluso se propone en la nueva Ley de Educación Superior, vetada por un Presidente que tomó conciencia de la trascendencia de esos cambios para el futuro científico de este país. Se trata de profundizar en ese debate en toda su riqueza, sin dejar de pensar y obrar como investigadores,más que como adeptos a un sistema de mandos.

También la crítica es epistémica, pues se trata de poner en el tapete la diversidad de lógicas racionales y hermenéuticas, otros principios ineludibles de las democracias participativas, acerca de la concepción que se tiene en sus medios y fines de la ciencia que entran ipso facto, y con frecuencia es así, en las políticas públicas del Estado. No se puede sustentar una concepción totémica o dogmática de la razón, tampoco de la Política; menos aún, de la dialogicidad para comunicarnos y comprendernos. Es obvio, más hoy día, que la transdisciplina, si la entendemos como lo propone E. Morin, hace más inagotable la pregunta por la investigación, y asociada a ésta las publicaciones. No existe un orden o sistema de poder que pueda darle fronteras a las investigaciones, por este tipo de articulaciones complejas. 

El diálogo entre investigadores y Estado 

Precisamente, estos dos puntos me parecen claves para analizar la presencia del Estado en la dirección contra hegemónica de las ciencias en Venezuela. Mis acuerdos con las políticas de investigación del PPI, fueron genéricamente muy asertivos, pues el Estado hizo por primera vez un gesto por evaluar y diagnosticar el “Estado del Artet” de las ciencias. Un programa ambicioso que creció exponencialmente, sin validar suficientemente la legitimidad de los resultados desde el punto de vista que le daba sentido al programa: la formación generacional de investigadores de excelencia y la sostenibilidad de los investigadores consolidados. Ese proyecto feneció en el tiempo, por exceso de intereses institucionales y una burocracia lineal llena de desalientos para el investigador. Fenece porque no se reevalúa al interior la experiencia, y porque su desaparición se decreta de alguna manera en artículo mortis. Los investigadores fueron desincorporados y erradicados de un modo funcional. No obstante, en muchos prevaleció la ética de la responsabilidad del investigador, y mantuvieron la presencia nacional, y sobre todo la internacional, de las ciencias venezolanas, es decir, de la “investigación”, porque no dejaron de estar “activos”.

El proyecto político de las ciencias 


Los mismos artífices del PEI, afirman que éste no es ni sustituto ni remodelación del PPI, porque ahora la investigación científica es más pertinente con los perfiles de gobernanza del Estado,es decir, responde a los ítems del Proyecto Nacional Simón Bolívar y el centenar de necesidades previamente codificadas. La revista a esa normativa es muy interesante pues se “repertorian” asuntos y problemas de interés urgente, aunque a veces reiterativos. Sin embargo, es un buen “punto de partida”, si a su vez el “sistema” es capaz de retroalimentarse con otras propuestas investigativas no registradas o nuevas, incluso a partir de las ya definidas. Esa es la idea, que el programa sirva más como programa de interacción investigativa, y no como patrón de conductas para la investigación. Y esa interacción sólo es posible efectivamente si se escucha la palabra y voz de los miles de investigadores que asumieron el compromiso ético de la investigación científica al postularse a la reciente convocatoria del PEI; y, por supuesto, son responsables en su libertad de conciencia ética para adscribir y compartir el proyecto político de financiamiento de las ciencias que le corresponde al Estado venezolano. Pues, se trata de un financiamiento que debe surtir efecto en la madurez de investigaciones que tengan capacidad de cambios directamente con el modo de vida de la sociedad y sus comunidades. El impacto se visualiza con toda claridad en esa ansiada correlación entre “teoría” y “praxis”.

Las consecuencias (¿finales?)

Innegable son los escenarios de cambios sustanciales que van a sufrir los investigadores y sus  investigaciones, y también la diversidad de publicaciones científicas y humanísticas. Más todavía, las transformaciones esenciales de las instituciones de educación superior, al vincular la investigación con resultados de conocimientos directamente esperados para la solución de los problemas tan propios de los países latinoamericanos. 

En investigación se deben evitar los sobre saltos, las improvisaciones, las especulaciones, los intereses de oportunidad, y un sin número de experiencias muy negativas a la buena salud de ese universo que significa la creación del conocimiento.  A los programas de investigación y a las instituciones aptas para su desarrollo, se le deben dar suficientes garantías para su desarrollo sostenible. Ello implica invertir en un capital social y humano, que requiere tiempo en el tiempo. Nadie decreta el conocimiento y la ciencia desde un estrado magisterial o desde las normas de una ley. Las ciencias son vivenciales, nacen y crecen se reproducen y se reviven, desde la situación de vida de las personas y sus entorno.

Parece que el Estado tiene “clara conciencia de lo que está haciendo”, como diría el refrán popular. Pero necesitamos, por parte de los investigadores, de mayor viabilidad y diálogo, para deliberar acerca de los programas de investigación e implementar los vasos comunicantes entre las historias pasadas y las presentes, para que las investigaciones y sus respectivas publicaciones, resulten en un fortalecimiento político del Estado, que al igual que en sus otras funciones de protección y custodia, debe velar en su proyecto emancipador de las ciencias latinoamericanas.

Leyendo atenta y críticamente el PEI, advierto en varios planos una cartografía investigativa que el Estado está en su derecho de proponer, sin necesidad de hacernos un censor ideológico de su  propuesta. Él debe poseer el discurso político y el poder de gobernanza, para hacerse presente  en nuestro “medio de vida”. Pero de igual modo, debe reconocer que no puede ir en solitario sino en compañía de quienes son los “expertos o calificados” en estas lides del conocimiento científico
y entre quienes los medios y fines de la ciencias están más “en nuestras manos”.
Hagamos del PEI, y de cualquier otro programa alternativo, la “oportunidad de oro” para propiciar y consolidar, en beneficio del Estado y de nuestra sociedad venezolana, estructuras e institucionalidades, procesos y experiencias, que garanticen los desarrollo de eso que las nuevas constituciones latinoamericanas (Bolivia y Ecuador) están sugiriendo a partir del “buen vivir” (Sumak Kawsay). Ese derecho milenario y ancestral que todo tenemos a la vida buena, es el primer derecho a estar en un mundo junto a los otros en saberes y paz. ¿Podrá la utopía de las ciencias hacer práctica las utopías políticas?


Otros foristas que participan, publicados en la Edición Impresa de Enl@ce del Año 2011, Vol.: 8, Número 2:

¿PEI o no-PEI?
Jaime Requena
PPI Nivel III. PEI Nivel C.
Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Caracas, Venezuela

¿Es el cambio del PPI al PEI otro episodio del predicamento para meter a la universidad en cintura?
Orlando Albornoz
PPI Emérito.
Universidad Central de Venezuela.


Investigación con sentido común: un estímulo perentorio realmente eficaz
Jean-Louis Salager
PPI Nivel IV
Laboratorio de Fenómenos Interfaciales y Recuperación de Petróleo (FIRP).

Universidad de los Andes, Venezuela.


Del PPI al PEI: hacia el avance de la nueva política científica y tecnológica del gobierno bolivariano
Haydée Ochoa Henríquez
PPI Nivel IV. PEI Nivel C.
Universidad del Zulia y Universidad Bolivariana de Venezuela.


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